Fray Mamerto Esquiú (1826–1883),
sacerdote franciscano argentino
sobresalió
en nuestro continente latinoamericano
por su
talento, humildad y patriotismo.
Había nacido el 11 de mayo de 1826, en La Callecita (Piedra Blanca, Catamarca), bajo un
pobre techo de paja. Hijo de Santiago Esquiú, soldado catalán enviado por
España al Río de la Plata;
su madre, María de las Nieves Medina, criolla catamarqueña.
Desde niño se sintió atraído por el pobre Francisco de Asís,
siendo aún adolescente ingresó a la orden franciscana. Ordenado sacerdote, muchos
se acercaban para escuchar sus prédicas. Sin dudas sobresale por aquel sermón,
en la catedral de Catamarca, con motivo de la jura de la Constitución Nacional,
el 9 de julio de 1853, momento en el que pidió por la concordia y la unión de
todos los argentinos. La prensa de entonces le dio alcance nacional y fue
reconocido como el "orador de la Constitución". Su palabra sigue siendo
actual, especialmente cuando invita a defender las instituciones del País y a
trabajar en positivo por el bien de todos.
Más allá de su famosa oratoria de alcance internacional,
encontramos en Esquiú un humilde sacerdote que trata de llegar, con la verdad,
al corazón de la gente. En su prédica motivaba para que cada uno, dentro de la
comunidad, sepa el tema y calcular las consecuencias antes de actuar, dedicarse
a lo justo y a lo bueno, de no flaquear ante la amenaza de la tiranía y el
despotismo o la seducción de la demagogia; de tener la capacidad para saber
sacrificar las afecciones privadas en aras del bien común. Con sus palabras y
su vida derramaba la caridad divina por todos sus poros.
Además, hay que recordarlo como periodista, por su labor en los
medios públicos e incluso en los que él mismo fundara.
Fray Mamerto Esquiú fue consagrado obispo de Córdoba, aunque
siempre creía que no correspondía a la dignidad episcopal.
Murió humildemente el 10 de enero de 1883, en la localidad catamarqueña
de El Suncho. En ese momento, un diario cordobés escribía al respecto: “Ha
muerto no sólo un gran pastor, sino un gran hombre, que iluminó con sus
prodigiosos talentos y con la luz de sus conocimientos profundos, el claustro, la Cátedra Sagrada
[...] el humilde entre los humildes, que vivía más humildemente aún, ha
expirado en un lugar humilde, solitario, privado de todo recurso, rodeado por
el misterioso silencio del desierto”.
El Santo Padre Benedicto XVI reconoció las virtudes
heroicas del siervo de Dios Fray Mamerto Esquiú, de la Orden de los Frailes Menores
(franciscanos), obispo de Córdoba (Argentina) y «orador» de la Constitución
argentina.
En el año de la Fe
y ante un nuevo aniversario de su nacimiento, deseamos recordar a este
sacerdote que, con sus palabras y su vida, ilumina y guía el destino de nuestra
comunidad educativa y nos invita a superar los actuales desencuentros
nacionales y a alcanzar la madurez democrática y civil de nuestra República
Argentina.